Terremoto en Japón. |
Si no existieran los terremotos no habría vida en la Tierra. Nuestro planeta es una bola cuyo centro está caliente. Desde allí, el material asciende hacia la superficie y hace que se muevan trozos de la corteza. Las placas continentales, empujadas desde abajo, se mueven (la deriva continental) e inevitablemente acaban chocando. De estos choques surgen las cordilleras, mientras que de las grietas que hay entre las placas sube el calor del núcleo, que genera los volcanes, a menudo alineados en largas cadenas. El material que asciende de las profundidades renueva la disponibilidad de elementos nutritivos en la superficie. Se puede calcular que si este fenómeno, denominado tectónica de placas, se detuviera aunque solamente fuera 10 millones de años, todas las formas de vida en la superficie de la Tierra se morirían de hambre. Pero son precisamente estos movimientos del material terrestre los que generan las tensiones y los empujes que están en el origen de los terremotos. Si por un lado la tectónica de placas nos nutre, por otro crea destrucción.
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