En libro Cinderella Ate My Daughter, la periodista Peggy Orenstein analiza por qué la princesa se ha convertido en sinónimo del ideal femenino. Entre otras cosas, cita el “complejo industrial de princesa” y la infinidad de maneras en que empresas y vendedores venden la fantasía de la princesa a nuestras hijas (y ganan montones de dinero en el proceso). Como señala Orenstein, con más de 26.000 artículos de princesa Disney en el mercado, “princesa no sólo es la marca de mayor crecimiento que la compañía ha creado jamás, es la mayor franquicia del planeta para niñas de entre 2 y 6 años”. Marta Tantos Aranda explica que las niñas pequeñas empiezan queriendo ser princesas, pero después “su ejemplo no es sólo Hannah Montana o una joven gimnasta que han visto
en televisión, sino que a menudo es una despampanante adolescente de melena rubia”. De modo que si la princesa Disney es la imagen idealizada de la infancia, Barbie (que pronto cumplirá 53 años) es la marca que mejor representa la imagen idealizada de mujer para adolescentes y preadolescentes. No cabe duda de que esta rubia explosiva ha tenido sus detractores, pero tanto si nos gustan ella como si no, no se pueden negar su fama y rentabilidad.
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