Franz Kafka decía que la agresión sólo es un artificio, una maniobra con la que normalmente no queremos más que disimular nuestra debilidad ante nosotros mismos y ante el mundo. La fuerza duradera de verdad sólo está en quien resiste. Sólo el débil se vuelve intransigente y grosero, y normalmente expulsa con su actitud toda su dignidad humana.
Cada insulto, continua Kafka, contribuye a demoler la mayor invención del hombre, el lenguaje. Quien insulta injuria al alma. Es un atentado contra la piedad que también cometen quienes no miden correctamente sus palabras.
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