El negocio de los bebés existe, y, en opinión de Debora Spar, "ni la retórica ni la motivación pueden cambiar la actividad fundamental. Cuando las personas adquieren óvulos o esperma; cuando contratan madres de alquiler; cuando eligen a un niño para adoptar o un embrión que se va a implantar están haciendo negocio".
El Vaticano en el documento “Dignitas personae”, da una serie de directrices con respecto a la moderna bioética. Afirma que “toda forma de maternidad subrogada” es “ilícita”. Las razones están perfiladas en un documento anterior, “Donum vitae”: “La subrogación de la maternidad representa un fracaso objetivo en la asunción de las obligaciones del amor maternal, de la fidelidad conyugal y de la maternidad responsable; ofende la dignidad y el derecho del niño a ser concebido, llevado en el vientre, traído al mundo y criado por sus propios padres; establece, para detrimento de las familias, una división entre los elementos físicos, psicológicos y morales que constituyen esas familias”. Para la Iglesia Católica la única forma moralmente lícita de producir hijos es a través del acto conyugal entre hombre y mujer.
"Estamos vendiendo niños", asegura Debora Spar. Se trata
de "un mercado que alcanza los tres mil millones de dólares, solamente en Estados Unidos, y que es de los pocos que opera sin reglas", puntualiza esta catedrática de Administración de Empresas, directora de investigación de la Harvard Business School. La necesidad de una regulación, con un debate político explícito y claro, resulta imprescindible para evitar abusos, según las conclusiones de su estudio (Baby Business) que aborda sin tapujos emocionales el amplio negocio de las tecnologías reproductivas.
"Cuando el parto de las mujeres se trata como una mercancía, las mujeres que lo experimentan son degradadas; conciben deliberadamente un hijo con la intención de entregarlo a cambio de un beneficio material", afirma Elizabeth Anderson, profesora de Filosofía de la Universidad de Michigan.
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