Los Annals of General Psychiatry definen la adicción a las compras o compra compulsiva o patológica como “obsesión frecuente por comprar o impulsos de comprar vividos como irresistibles, molestos y/o sin sentido”, y continúa diciendo que para clasificarse como una auténtica adicción “el comportamiento de compra debe causar una angustia manifiesta, interferir en el funcionamiento social y, a menudo, ocasionar problemas financieros”. Una investigación de la Universidad de Stanford calcula que aproximadamente el 6 por ciento de la población, o 17 millones de estadounidenses, son adictos a las compras, una situación que, según los autores del estudio, suele coincidir con otros problemas, que van desde mal humor y angustia hasta trastornos alimentarios y consumo de drogas. Un artículo publicado en el Journal of Consumer Research situaba la cifra de adicción a las compras en un altísimo 8,9 por ciento. Según los especialistas en la
materia, la compra compulsiva suele seguir los mismos patrones generales que muchas otras adicciones. Según un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Richmond y de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y publicado en el Journal of Consumer Research, primero se produce la impaciencia por comprar algo, luego las compras en sí mismas, “a menudo descritas como un acto placentero y de euforia, y que libera de los sentimientos negativos”. Pero la liberación es efímera, y al final la euforia se pasa y el comprador se derrumba.
Los compradores compulsivos “usan las compras como una forma de escapar de los sentimientos negativos, como la depresión, la angustia, el aburrimiento, los pensamientos autocríticos y la ira”.
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