martes, 3 de abril de 2018

Una sociedad en que la filosofía no tiene lugar, es una sociedad fácil de manipular.

Hoy los gobernantes demandan técnicos y gestores, no pensadores. Pero tan grave como esto es que la misma filosofía cierre los ojos ante este hecho y no se dé cuenta de lo poco que tiene que decir; que no reflexione sobre por qué se ha llegado a considerar tan irrelevante su aportación. 

La filósofa española Mónica Cavallé dice que la filosofía aspiró a tener, en sus orígenes, un influjo directo en la vida individual, social y política. Con el tiempo, en la misma medida en que perdía su eficiencia para la vida cotidiana, fue aislándose de la esfera pública, hasta el punto de que hoy en día su capacidad de influencia sobre esta última es mínima. Una sociedad, dice Cavallé, en que la filosofía, la dilucidación de las cuestiones últimas y la reflexión crítica, no tiene un lugar central y explícito es siempre una sociedad adocenada, un caldo de cultivo de toda forma de manipulación.

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