viernes, 24 de noviembre de 2017

Le está reservado al hombre el enfocar su propia existencia.


No podemos llegar a la conclusión de que un animal se plantee el problema del sentido de su propia existencia, ni pueda, por tanto, llegar a hacer de su propia existencia algo discutible o problemático. Le está reservado al hombre como tal, y exclusivamente a él, el enfocar su propia existencia como algo problemático, el experimentar todo el carácter cuestionable del ser. Es este hecho, dice Viktor Frankl, mucho más que otros factores, tales como la capacidad de hablar, la de pensar en forma de conceptos o la de marchar erguido, el que puede y debe ser considerado, en rigor, como criterio determinante en la esencial distinción entre el hombre y la bestia. El problema del sentido de la vida, planteado de un modo radical, puede llegar a avasallar totalmente al individuo.
El ser humano es, ante todo, un ser esencialmente histórico, opina Viktor Frankl, por ejemplo, en contraposición al ser animal, que vive siempre dentro de un ámbito histórico (dentro de un ámbito “estructurado”, como diría L. Binswanger), fuera de cuyo sistema de coordenadas no puede concebírsele. Y este sistema de relaciones se halla siempre presidido por un sentido, siquiera sea un sentido no percibido, no confesado o no expresado.

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