University of Wisconsin-Madison |
Joe Newman es profesor de psicología en la Universidad de Madison en Wisconsin. Durante casi treinta años, Newman ha ido entrando y saliendo de algunas de las prisiones más duras del Medio Oeste trabajando con psicópatas muy por encima del límite de la disfunción. Recuerda un incidente que ocurrió hace unos pocos años, con un hombre que marcaba 40 en el PCL-R, que es lo máximo que se puede obtener. Y es muy raro. Aquel hombre era un psicópata puro. “Normalmente, hay un momento en la entrevista en el que nos gusta presionar un poco a la gente, dice Newman. Desafiarles. Comprobar su reacción. Pero cuando lo hicimos con este hombre (que hasta entonces había sido una persona muy agradable: encantador, divertido, con mucha personalidad) en sus ojos se reflejó esa mirada fría, como desoladora, difícil de describir, pero que reconoces cuando la ves, que parece decir: ¡Retiraos!.¡Lo hicimos! Nos asustó a muerte”.
“Mi preocupación fundamental es que la etiqueta de psicópata se aplica con demasiada liberalidad, y sin una comprensión suficiente de los elementos clave, dice Newman. Como resultado, las puertas están abiertas prácticamente a cualquiera, y el término se aplica a menudo a criminales normales y corrientes y delincuentes sexuales cuya conducta puede reflejar sobre todo factores sociales, o bien otros problemas emocionales, que responden mucho mejor al tratamiento que la psicopatía. Los psicópatas existen fuera del firmamento criminal, a menudo desenvolviéndose muy bien en profesiones que podrían resultar sorprendentes para aquellos menos versados en los entresijos de la personalidad psicopática, como cirujanos, abogados y mandamases de las empresas, por ejemplo. La combinación de baja aversión al riesgo y falta de culpabilidad o remordimientos, los dos pilares fundamentales de la psicopatía, aclara, pueden conducir, dependiendo de las circunstancias, a una carrera de éxito ya sea en el delito o en los negocios. A veces, en ambas cosas”.
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