En Estados Unidos no solo es optativo votar sino que también es necesario empadronarse para hacerlo, lo que explica en parte los altos niveles de ausentismo en las elecciones de este país. Por eso la campaña, además de incentivar al voto por el partido propio debe lograr que los votantes hagan los trámites para quedar habilitados. Este último aspecto es fundamental por lo que durante las elecciones presidenciales de 2008 el equipo de Obama clasificó a los usuarios de las redes sociales de acuerdo a las posiciones políticas que revelaban sus amigos. Así los especialistas reconocieron a 3,5 millones de potenciales votantes a Obama no empadronados. Luego, se dedicaron a conocer sus intereses específicos sistematizando las publicaciones que hacían en las redes sociales. Una vez
determinado el perfil de los votantes-objetivo se pudo dirigir hacia ellos solo aquellas propuestas del candidato que podían persuadirlos, leyes de género para las feministas, propuestas verdes para los ecologistas, propuestas de salida de Afganistán para los pacifistas y así. El nivel de precisión de esta campaña resultó muy superior al de afiches con candidatos sonrientes que no pueden decir nada por el riesgo de espantar a quien piense distinto. En vez de un “catch all” (“toma todo”), como se llama a los candidatos que no quieren espantar a nadie, lo que hizo Obama fue más bien un “catch each” (“tomar a cada uno”).
Finalmente, el equipo de Obama pudo determinar que al menos un millón de los individuos a los que apuntaron se registró para votar aunque es muy difícil medir el mérito que tuvo la campaña ni a quién votaron finalmente. Lo cierto es que Obama ganó por menos de cinco millones de votos en todo el país y en Estados como Florida, clave para la victoria, gracias al particular sistema electoral estadounidense, la diferencia con su oponente fue de menos de setenta mil.
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