Las chinas son las mujeres más puritanas de Oriente. Para una china que se respete, caminar por la calle del brazo de un hombre, aunque sea su marido, es vergonzoso. Besarle en público es sencillamente monstruoso. Casarse con él sin intención de tener hijos es execrable. Los chinos jamás fueron un pueblo demasiado religioso, pero siempre fueron puritanos, y lo demuestra su absoluta incapacidad para representar artísticamente el cuerpo de una mujer. Para ellos el cuerpo de la mujer no fue jamás fuente de inspiración, y para describirlo tomaron siempre de prestado las bellezas de la naturaleza. La curva de la espalda o del cuello fue parangonada con los sauces llorosos; los ojos se compararon con los albaricoques; las cejas, con la luna creciente; la mirada se parangonó con las aguas silenciosas
de un lago otoñal; los dientes, con los granos de la granada; los dedos, con los brotes primaverales del bambú. Jamás se permitieron alusiones más atrevidas. El respeto por la castidad llegó a ser, a raíz del confucionismo, una especie de obsesión, como la doctrina de la casta viudez, el respeto por la familia hasta la exasperación, el matrimonio entendido exclusivamente como medio de procreación.
Confucio. |
El Estado proclama la unidad familiar y la devoción filial, que constituyen una de las principales enseñanzas de las madres a sus hijos. Las chinas modernas son tan puritanas que hasta han moralizado la palabra amor. Antes, en vez de decir marido o mujer, se decía Nui Jan, la persona de casa. Ahora se dice Ai Yen, la persona que amo. Con tal juego de palabras no se puede decir la persona que amo al referirse a alguien con quien no se esta ligado en legítimo vínculo, el amor no legalizado no es verdadero amor.
familia china tradicional |
“Nada más chocante para un chino que contemplar una estatua de mujer en el puerto de Nueva York, escribía en 1940 el escritor Lin Yu-tang. Y cuando el chino se entera de que aquella estatua de mujer no representa la femineidad, sino la idea de libertad, aún siente mayor asombro. Le resulta totalmente incomprensible que los occidentales representen con cuerpos de mujer la Victoria, la Paz y la Justicia”.
Dice Oriana Fallaci que las mujeres chinas nunca fueron débiles y resignadas como las musulmanas; al contrario: siempre se mostraron fuertes y orgullosas, habituadas a soportar dolores y fatigas, capaces de ejercer la autoridad.
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