Los reformadores han llegado a la justificación por la fe por el camino de la “desesperación”, escribe el profesor Jean Delumeau. Una conciencia lúcida y exigente no puede por menos que sentirse “traspasada”, es Lutero quien habla, ante el número y la gravedad de sus pecados. En comparación con estas faltas, las buenas obras “desaparecen como un soplo”.
La negación del libre albedrío es fundamental para Lutero y para Calvino. “Sin duda, escribe el primero, en el terreno natural el libre albedrío sigue siendo una realidad. Nosotros podemos decidirnos a comer, a beber, a engendrar, a mandar”, pero “en el terreno de la gracia no es nada, menos que nada”. Los Artículos de Smalkalda, por su parte, condenan a los que creen que “el hombre posee un libre albedrío para hacer el bien y abstenerse del mal o, inversamente, abstenerse del bien y hacer el mal”. La negación del libre albedrío conduce, lógicamente, a afirmar la predestinación.
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