Los especialistas en genética de poblaciones se han dado cuenta que la aparición de mutaciones que dan lugar a nuevas variantes genéticas o nuevos alelos solamente es el comienzo del proceso evolutivo. Lo más importante es cómo estos alelos se distribuyen en toda la población. Las grandes mutaciones tienen pocas posibilidades de propagarse; cuando no son letales en sí mismas tienden a ser tan significativas que hacen que los individuos portadores queden fuera de juego en su ambiente. Estas variantes tienen menos posibilidades de supervivencia y reproducción. Sin embargo, las mutaciones pequeñas que resultan ventajosas se incorporan gradualmente al conjunto de genes y los individuos portadores tienen más descendientes.
La selección natural no es el único método a través del cual tiene lugar la evolución. Los genes también pueden presentar tendencias. Tal como señala la ley de segregación de Mendel, cada individuo posee dos copias de cada gen y transmite aleatoriamente una de ellas a su descendencia. En una población grande, cada alelo se transmite a las generaciones siguientes con la frecuencia inicial, siempre y cuando no haya presiones selectivas. No obstante, la aleatoriedad de este proceso implica que pueden ocurrir sucesos extraños cuando las poblaciones son pequeñas. Las variaciones aleatorias en la herencia pueden hacer que una variante genética sea más frecuente que otra, sin que ello indique ninguna forma de selección natural.
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