El hecho mismo de ser Dios lo que da un sentido a todos los sufrimientos de Jesús. ¿Qué es para mí un hombre, y sólo un hombre, en agonía, o azotado, o crucificado?
Ha habido muchos santos mártires, víctimas de horribles tormentos. Pero contemplo a Uno, dice el Cardenal Newman, sangrante, desgarrado por crueles instrumentos, y extendido sobre la Cruz, que es Dios. No es una historia de dolor terreno lo que leemos aquí: se trata de la pasión del gran Creador del mundo. La Palabra y Sabiduría del Padre, que ha habitado en su seno desde toda la eternidad, cuya sonrisa ha derramado luz y gracia sobre la Creación entera, cuyos vestigios advierto en los cielos estrellados y en la verde tierra, este glorioso Dios vivo es quien me mira piadosa y tiernamente desde la Cruz.
Parece decir: no puedo moverme a pesar de ser Omnipotente, porque el pecado me ha clavado aquí. Era mi deseo venir a la tierra y habitarla entre criaturas inocentes, siendo más hermoso y amable que todas ellas, con un Rostro más luminoso que los serafines y una figura tan real como los arcángeles, y ser su igual a la vez que su Dios, para llenarles de gracia, recibir su adoración, disfrutar de su compañía, y prepararles para el cielo al que les he destinado. Pero antes de que pudiera realizar mi propósito, ellos pecaron y perdieron su herencia, y vengo igualmente, mas no en aquel esplendor que me rodeaba al crear las estrellas, sino en deformidad y vergüenza, en suspiros y lágrimas, en sangre sobre mi rostro, y con los miembros desnudos y rotos. Miradme, hijos, si queréis, pues me encuentro como abandonado. Miradme con desprecio, o con fe y amor. Aguardo aquí, sobre la Cruz, el tiempo establecido, el tiempo de gracia y misericordia. Aguardo aquí la llegada del fin del mundo, silencioso e inerte, por la conversión del pecador y la consolación del justo. Permanezco hasta el final en debilidad y anonadamiento, a pesar de ser grande en el cielo, esperando pacientemente el elenco completo de las almas que, acabado el tiempo, serán la recompensa de mi pasión y la victoria de mi gracia por toda la eternidad.
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