
Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano acepta los objetos y las formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado.
Tal paradigma, dice el Papa Francisco, hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no encuentra una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia.
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