lunes, 12 de mayo de 2025

Un tipo duro

Cuatro personas llegaron y se pusieron a jugar al baloncesto. Eran tres hombres y un niño de unos once años. El niño tenía los ojos grandes, brillantes, la sonrisa traviesa, y por su manera de relacionarse con los hombres se notaba que no era familiar de ninguno de ellos. Empezaron a jugar dos contra dos. El pequeño, que llevaba unas gafas de vidrios gruesos, no se movía mucho. Pero era rápido, y decidido, y no se dejaba comer el terreno. Los hombres habían salido sólo a hacer algo de ejercicio, pero el chico estaba viviendo una experiencia que recordaría siempre. Tal vez él pensara lo mismo, y por eso no estaba atento cuando uno de los hombres, sin mirarle, le lanzó un pase. La pelota le dio en un lado de la cara, le arrancó las gafas, y él se detuvo en seco. Los hombres se acercaron corriendo a él. —¿Estás bien? —le preguntaron. —Sí,bien —respondió él tímidamente, frotándose la zona en que la pelota le había dejado una marca. —Eh —dijo uno de los hombres—, que es un tipo duro. Y los demás aplaudieron y le dieron palmaditas en la espalda, y el niño los miró a los tres, uno a uno, con tal gratitud, con un amor tan intenso, que a mí se me saltaron las lágrimas.
El bar de las grandes esperanzas (J. R. Moehringer)

No hay comentarios:

Publicar un comentario