jueves, 29 de mayo de 2025

El trabajo no remunerado realizado por una mujer

La economista feminista Marilyn Waring se dedicó a observar el trabajo no remunerado realizado por una mujer joven en el Bajo Veld de Zimbabue. Se despierta a las cuatro de la madrugada para llevar un cubo de agua hasta el pozo, que se halla a once kilómetros. Tres horas más tarde, está de vuelta en casa con el agua. Se pone entonces a recoger leña, lavar los platos, preparar el almuerzo, volver a lavar los platos y recolectar verduras. Tras ello, va a buscar agua por segunda vez, hace la cena, acuesta a los hermanos pequeños y termina su jornada de trabajo a las nueve de la noche. Según los modelos económicos estándar, esta joven es un sujeto improductivo, que no trabaja ni contribuye activamente a la economía. Picar la carne, poner la mesa, secar los platos, vestir a los niños, conducir hasta la escuela, separar la basura, quitar el polvo de las ventanas, clasificar la ropa sucia, planchar las sábanas, reparar el cortacésped, ir a por gasolina para el coche, recoger los libros de estudio y los juguetes, contestar el teléfono, pasar la aspiradora por el pasillo, ayudar a los niños a hacer los deberes, fregar el suelo, barrer las escaleras, hacer las camas, pagar las facturas, limpiar el lavabo y acostar a los niños. El principal argumento para no incluir el trabajo doméstico en el PIB suele ser que no tiene relevancia; las tareas del hogar siempre serán las mismas en una sociedad. Pero ¿cómo pueden los economistas saber esto si nunca lo incluyen en sus estadísticas? Se estima que una mujer en nuestro mundo emplea algo más de las dos terceras partes de su jornada en el trabajo no remunerado; los hombres, en cambio, una cuarta parte. En los países en desarrollo con gran peso del sector agrícola, la diferencia es aún mayor. En Nepal, las mujeres trabajan veintiuna horas más a la semana que los hombres. En la India, alrededor de doce. En algunas partes de Asia y África, donde a menudo los hombres emigran a las ciudades, las mujeres se quedan en el campo, donde, sin ayuda de los hombres ni del Estado, tienen que hacer frente a la triple carga de un empleo, el trabajo doméstico y las faenas agrícolas.

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