Couvert, que se dedica a los orígenes gnósticos del Islam, escribe que la atribución a Mahoma, un jefe de caravanas elevado socialmente por su matrimonio, de un libro tan complejo que requirió, sin duda, un serio conocimiento del judaísmo, de las vicisitudes de los contingentes y pueblos árabes en la frontera del Imperio romano y el reino sasánida de los partos (los contingentes árabes se incorporaron a uno y otro ejército y acabaron tomando el poder en sus regiones respectivas) y de las corrientes culturales de Oriente medio, especialmente el cristianismo, el judaísmo y el gnosticismo. El autor del Corán dominaba el árabe admirable en que escribe pero también el hebreo y el griego. El Corán se escribe en la época de las grandes convulsiones que provocó el debilitamiento de los imperios bizantino y sasánida; el objeto del libro es separar a los árabes cristianos, muy numerosos, de la doctrina de Cristo y reconducidos al judaísmo, a la ley de Moisés. Su autor tuvo que ser, según Couvert, un gnóstico judaizante que negaba, ante todo, la divinidad de Cristo. Según Couvert, el libro “fue escrito en Siria y para los árabes cristianos de Siria por un cristiano judaizante, posiblemente un monje ebionita. No hay en el libro sagrado mención de Medina, ni de la Meca, ni de la Kaaba; y el Islam naciente sintió una inclinación poderosísima hacia la región siropalestina y hacia la ciudad de Jerusalén, que pronto fue enclave sagrado del Islam. “En 1874 el profesor Harnack declaró que el mahometismo no era más que una lejana derivación de la gnosis judeocristiana y no una religión nueva. Mantuvo después permanentemente esta conclusión fundamental”. A la que se suma Couvert mediante un detenido análisis de los temas gnósticos en el libro sagrado del Islam.
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