“Tener un destino significa tener cada uno su destino. Con su destino peculiarísimo el individuo está, como si dijéramos, solo en todo el universo. Su destino no se repite. Nadie vendrá al mundo con las mismas posibilidades que él, ni él mismo volverá a tenerlas. Las ocasiones que se le brindan para la realización de valores creadores o vivenciales, el destino con que realmente tropieza, es decir, aquello que el hombre no puede modificar, sino que debe soportar en el sentido de los valores de actitud. Todo esto es algo único y que sólo se da una vez. Cuán paradójico es querer rebelarse contra el destino se ve claramente cuando alguien se pregunta qué habría sido de él, cuál habría sido su vida, si no hubiese tenido el padre que realmente tiene y hubiera sido hijo de otra persona cualquiera; quien se formule tal pregunta olvida que en tal caso no sería propiamente “él”, pues el portador del destino sería otra persona completamente distinta, razón por la cual no podría ya hablarse, en rigor, de “su” destino, sino del destino de otro. Por tanto, el problema de la posibilidad de tener otro destino, un destino distinto, es de por sí imposible, contradictorio y carente de sentido”, escribe Viktor Frankl.
Para Frankl, “libertad sin destino es imposible; la libertad sólo puede ser libertad frente a un destino, un comportarse con el destino. El hombre es libre, indudablemente, pero ello no quiere decir que flote, independiente, en el vacío, sino que se halla en medio de una muchedumbre de vínculos. Pero estos vínculos son propiamente el punto de apoyo de su libertad. La libertad presupone vínculos, tiene que contar con vínculos. El espíritu debe contar con el impulso, la existencia con la sustancia. El tener que contar no significa sometimiento. El suelo sobre que el hombre se planta es trascendido a cada momento en la marcha y es suelo sólo en la medida en que es trascendido y sirve de trampolín. Si quisiéramos definir al hombre habíamos de hacerlo como un ser que va liberándose en cada caso de aquello que lo determina (como tipo biológico-psicológico-sociológico); es decir, como un ser que va trascendiendo todas estas determinaciones al superarlas o conformarlas, pero también a medida que va sometiéndose a ellas.”
Para Frankl, “libertad sin destino es imposible; la libertad sólo puede ser libertad frente a un destino, un comportarse con el destino. El hombre es libre, indudablemente, pero ello no quiere decir que flote, independiente, en el vacío, sino que se halla en medio de una muchedumbre de vínculos. Pero estos vínculos son propiamente el punto de apoyo de su libertad. La libertad presupone vínculos, tiene que contar con vínculos. El espíritu debe contar con el impulso, la existencia con la sustancia. El tener que contar no significa sometimiento. El suelo sobre que el hombre se planta es trascendido a cada momento en la marcha y es suelo sólo en la medida en que es trascendido y sirve de trampolín. Si quisiéramos definir al hombre habíamos de hacerlo como un ser que va liberándose en cada caso de aquello que lo determina (como tipo biológico-psicológico-sociológico); es decir, como un ser que va trascendiendo todas estas determinaciones al superarlas o conformarlas, pero también a medida que va sometiéndose a ellas.”
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