Entre los siglos XII y XIV en el Medievo latino nació el humanismo cristiano, una síntesis del legado espiritual de la Patrística cristiana y el legado filosófico de Sócrates, Platón, Aristóteles y los estoicos. La ética compasiva socrática y evangélica se fusionó con la filosofía especulativa, primero de Platón y luego de Aristóteles, en una nueva cosmovisión sin la cual el Renacimiento italiano o la cultura contemporánea de los derechos humanos nunca hubiesen sido posibles. Un humanismo consciente con Plauto, de que el hombre es “un lobo para el hombre”, pero que aspiraba con Séneca, a que el hombre fuese “sagrado para el hombre”. Lo que diferenciaba a este humanismo medieval y renacentista del posterior humanismo secular de la Ilustración era la conciencia de pecado original y el papel fundamental de lo sobrenatural, de lo divino, en su cosmovisión. La Ilustración supuso un retroceso con respecto a la tradición humanista del Medievo y Renacimiento en la que lo espiritual y lo terrenal tenían ambos cabida, escribe Alejandro Rodriguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval.
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