Las palabras, gracias a su uso compartido, adquieren sentidos más amplios que los que podría conferirles un único usuario y sabrían derivar de aplicaciones concretas. Por ello las palabras tienen la capacidad de evocar aspectos ideales, que son los que tenemos por fundadores del conocimiento. Para ilustrar este extremo, apelaré a dos testigos tan distantes como pueden serlo Shelley y un psicólogo de nuestro tiempo. El poeta, en Prometeo liberado, dice: El lenguaje es un incesante himno órfico, Que rige con su sabia armonía una multitud de pensamientos y de formas que sin él no tendrían ni forma ni sentido. En Lenguaje y realidad, Wilbur Marshall Urban afirma: Mi tesis general incluye la idea de que todo sentido es siempre y en última instancia lingüístico, y aunque la ciencia, para designarlo y manejarlo con más precisión, penetre en la esencia del lenguaje, sus símbolos no lingüísticos deben revertirse al lenguaje natural para facilitar su inteligibilidad.La comunidad de lenguaje nos permite acceder a significaciones que de otro modo nos estarían vedadas. Encontrar una palabra es encontrar un sentido, crear una palabra es descubrir un término específico para un sentido parcialmente distribuido entre otras palabras. Quien se atreva a dudar de este poder evocador del lenguaje sólo tiene que intentar la experiencia de pensar sin palabras, escribe Richard M. Weaver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario