Cuando digo que los libros no tienen importancia, eso no quiere decir que no sirvan para nada. Eso quiere decir que lo que importa no son los libros sino, justamente, aquello para lo que sirven, cuando sirven para algo. Ahora bien, ¿para qué pueden servir si no es para vivir un poco mejor? Los libros no tienen importancia, sólo la vida importa y sólo los libros que se ponen a su servicio merecen que se los lea, por consiguiente, sólo merecen ser leídos los autores que saben que los libros no tienen importancia. Bobin es un buen ejemplo, él, que sabe decir con tanto acierto: “La verdadera vida, la que no está en los libros, pero de la cual ellos dan testimonio”… Si es el mayor poeta de nuestra generación, tal como yo creo, no es sólo por estar más dotado que los demás, sino también porque él, al menos, no es víctima de la poesía ¿Te acuerdas de lo que explicaba a Charles Juliet?: “Si la poesía no es la vida misma en su más espléndido ropaje, en su más amplia intensidad, no es nada, un amasijo de pequeños trazos, de pequeños orgullos, de pequeñas penas, de pequeñas ciencias…”. Yo diría lo mismo, mutatis mutandis, de la filosofía. Si no es la vida en su más bella inteligencia, en su más amplia gravedad, ¿para qué sirve la filosofía?, escribe André Comte-Sponville.
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