No hay aliados para siempre, por mucho que algunas afinidades se muestren históricas. En todo caso, se establecen alianzas ocasionales, siempre, con ciertas reservas. Durante la II Guerra Mundial, Churchill y Stalin se vieron obligados a considerarse como aliados, aunque ellos, personalmente, se situaran en las antípodas ideológicas del otro. Escribe el profesor Amando de Miguel que no es malo que las relaciones entre las naciones, o mejor, entre los Estados, se basen en una calculada desconfianza. Es algo que resulta inevitable. Hay veces en que la confrontación inicial se transforma en una alianza un tanto forzada, pero, duradera, dice el profesor de Miguel. Estados Unidos venció a la Alemania nazi y al Japón imperial durante la II Guerra Mundial. La victoria contribuyó a la hegemonía de los Estados Unidos. Pues bien, después de la guerra, tanto Alemania como Japón, “democratizados” a la fuerza por los Estados Unidos, pasaron a ser sus más fieles aliados, fuera de las potencias anglófonas.
Amando de Miguel |
Mientras subsista la idea de la soberanía nacional, un Estado no puede confiar, plenamente, en otro; del mismo modo que se establece tal relación entre algunas personas. Sirve de poco que los respectivos gobiernos pertenezcan al mismo polo ideológico. La izquierda suele asegurar que se mueve por ideales, al tiempo que considera a la derecha atenta a los intereses económicos. Es una falsa apreciación, dice Amando de Miguel. Todos los movimientos políticos se mueven, en principio, por ideales. Ahora bien, una vez instalados en el poder, asoma la verdadera realidad de los intereses crematísticos. El principal es mantenerse en el poder a toda costa, gozando de los indudables privilegios que les corresponden. Es algo que no se puede evitar, pues el poder político consiste, esencialmente, en favorecer a unos u otros grupos. Naturalmente, es algo que no suele hacerse explícito, pero es real.
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