El historiador judío norteamericano Lawrence H. Feldman afirma en septiembre de 1941: “Franco se volvió repentinamente a favor de los aliados hasta el final de la guerra; cuando quedó claro que Hitler se estaba preparando para una guerra de exterminio contra los judíos, la opinión de Franco cambió drásticamente. Las actividades de los escuadrones de exterminio en Rusia en julio de 1941 hicieron obvias las intenciones de Hitler, mucho antes de la implantación completa del genocidio en 1942. Así que Franco intentó reabrir relaciones con los aliados, y finalmente tuvo éxito en septiembre de 1941”. Ello ocurrió poco antes del ataque japonés a Pearl Harbor.Y continúa Feldman: “Franco recibió algunos discretos elogios por su ayuda al rescatar algunos judíos sefarditas en 1943 y 1944, hizo posible la emigración de más de 15.000 judíos. Comenzando en el mes de junio, antes del acuerdo con Alemania para enviar judíos a Franco para que se embarcaran al extranjero, y continuando tras la abrogación nazi de ese acuerdo, esa migración es lo que hizo a Franco un verdadero y desconocido héroe del Holocausto. Con el intento exitoso de España de rescatar a los judíos protegidos de Salónica y Atenas, con las actividades de su cuerpo diplomático al rescatar a judíos individualmente, con la participación en la protección de los judíos en Hungría y muchos años después (1967) con la evacuación de los judíos de Egipto, España dijo al mundo que haría lo que pudiera para rescatar a los miembros de esta raza”.
Israel Singer, presidente del Congreso Mundial Judío, en 2005, afirmó que “la España de Franco fue un refugio importante de judíos que se arriesgaron a venir, escapando de la Francia de la libertad, la fraternidad y la igualdad. No quiero defender a Franco, pero en la II Guerra Mundial muchos judíos se salvaron en España e ignorarlo es ignorar la historia”.
Cuando los aliados planificaban la Operación Torch, el ilegal aeropuerto de Gibraltar estuvo repleto de aviones apiñados en su pequeña pista en la que el lanzamiento de una única granada de mortero hubiera destruido todos los aparatos allí hacinados; pero no ocurrió nada. Los obreros españoles de la Línea siguieron cruzando la frontera con toda normalidad para ayudar al esfuerzo de guerra aliado con su trabajo, al tiempo que los numerosos pilotos angloamericanos que aterrizaban o saltaban en paracaídas en territorio español eran devueltos a su país de origen al poco tiempo. El entrenamiento de un piloto de caza o bombardero duraba meses siendo, sin lugar a dudas, uno de los soldados “más caros” de la Segunda Guerra Mundial, escribe Luis Togores.
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