Un teísta cree explícitamente en la existencia de Dios, sin signo de duda alguna. Un ateo niega con la misma fuerza y convicción que Dios exista. El agnóstico ni cree ni deja de creer en la realidad del ser supremo. El filósofo Soren Kierkegaard comenta las doctrinas fundamentales del agnosticismo. Dice: “Llamemos a eso desconocido Dios. Esto que le damos es sólo un nombre. Querer probar que eso desconocido (Dios) existe, apenas se le ocurre a la razón. Si Dios no existe entonces es imposible demostrarlo, pero si existe, entonces es una locura querer demostrarlo, pues en el momento en el que comienzo la demostración, lo he supuesto como algo dudoso”. Es la eterna duda del agnóstico. Si Dios existe no está dado al ser humano comprenderlo. “Ser agnóstico no es ser ateo, escribe Tierno Galván. La diferencia es tanta, que incluso el Verbo ser cobra diferente valor en uno y otro caso… Hay una clara distinción cualitativa entre ser agnóstico y ser ateo. Cuando se dice que se es ateo, es decir, cuando se niega a Dios, se dice que no se quiere que exista Dios. El ateo, cuando dice no existe Dios, niega y rechaza”. “Al agnóstico, dice Tierno Galván, cuya credulidad no rebasa los límites de lo finito, se le considera por los cristianos desposeído de la fe, aunque admita y crea en un principio rector del mundo”.
El filósofo Ortega y Gasset en 1949, en El hombre y la gente escribió que “Dios mismo, para sernos Dios, tiene que arreglárselas para denunciarnos su existencia”. Pues se las arregló. La denunció. Dice San Juan refiriéndose a Cristo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros”. (Juan 1:1,14). En otras palabras, el apóstol Pablo llega a la misma conclusión que Juan: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2ª Corintios 5:19). El filósofo Julián Marías dice en La perspectiva cristiana, de 1999, refiriéndose a Dios que el amor “es su consistencia, el atributo capital desde el cual se lo puede entender, y que es la clave de su relación con el hombre”. Añade, señalando a los agnósticos: “Sólo desde la noción de persona se puede tener esperanza alguna de comprender en alguna medida la realidad de Dios. Y creo que esta operación, posible, iluminaría inesperadamente cuestiones decisivas que permanecen en la oscuridad”.
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