Caín matando a Abel (Monasterio Viejo de San Juan de la Peña, S. XII). |
“Si Dios no existe, todo está permitido”, dice Dostoyevsky por medio de uno de sus personajes. Pero ese descubrimiento le horroriza, pues entonces todo se vuelve indiferente y la vida no tiene sentido. La nada del pecado, la desesperación absoluta en que éste sume al hombre. “Si no hubiese estado solo, si nadie me hubiese amado ni yo hubiese amado a nadie, todo esto (su confesión liberadora) no habría acontecido”. Desde la venida de Cristo, nadie está solo, hay una mano misericordiosa que se ofrece, a la cual es muy difícil sustraerse,dirá Charles Moeller.
Esteban Verkhovenski, en Los demonios dice: “Para librarse del mundo y ser completamente libre, hay que perdonar, perdonar, perdonar. Perdonemos a todo el mundo y perdonemos siempre. Así podernos esperar que nos perdonen a nosotros siempre. Si. Porque todos somos culpables unos con otros, todos culpables”. Paciencia, humildad, perdón, deseo de expiación, no son más que la sombra misericordiosa de Dios. Verkhovenski a punto de morir dice: “La sola idea constante de que existe algo infinitamente más justo e infinitamente más dichoso que yo, me llena ya de una emoción y una gloria sin límites. Más para ser feliz, el hombre necesita saber y creer en cada instante que existe en otra parte una felicidad perfecta y plácida para todos”. Moeller escribe que la caridad de Dios para con nosotros, su justicia misericordiosa es la llave de oro que abre todo y resuelve todos los problemas.
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