Keynes recordaba a los lectores que la pérdida de valor de las monedas era una invitación para la revolución. “Dicen que Lenin ha dicho que la mejor forma de destruir el Sistema Capitalista es corromper la moneda”, escribe Keynes. “Mediante un proceso continuado de inflación, los gobiernos pueden confiscar, secretamente y sin ser observados, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos”. Keynes reconoció la perspicacia del líder bolchevique. “Lenin tenía toda la razón”, escribió. “No hay una forma más sutil y más segura de acabar con la sociedad que corrompiendo la moneda”. En noviembre de 1918, según los cálculos de Keynes, “en Rusia y el Imperio austro-húngaro este proceso de emitir dinero ha llegado a un punto en el que de cara al comercio internacional la moneda no tiene prácticamente ningún valor”. Pero Keynes advirtió de que “la preservación de un valor falso o falaz de la moneda, con tal de cumplir la ley expresada en la regulación de los precios, contiene, en sí misma, las semillas de la decadencia económica final”.
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