Cada vez que un personaje público hace alguna declaración algo “incorrecta” respecto de alguna comunidad convencida de que tiene derecho a una reparación por sucesos históricos pasados, debe contar con la posibilidad de una demanda. Asistimos no sólo al incremento de comunitarismos de todo tipo, sino a un auténtico retorno a la época de las tribus; y cada una de éstas, sea la que sea, tiene una conciencia tan aguda como unilateral de las consideraciones que se les debe. De modo que el discurso reivindicativo, por no decir paranoico, resulta ser el más eficaz y extendido. En el marco de una guerra de memoria histórica o de un conflicto de intereses simplemente corpoperativista, cada grupo desarrolla los argumentos que se supone que le permiten mostrar al mundo que ocupa el número uno en el hit-parade de los perseguidos, y que, por consiguiente, tiene derecho a reparaciones e incluso a una declaración pública de arrepentimiento, a ser posible muy ceremoniosa y de ámbito nacional…
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