El historiador Leonard Schapiro (1908-1983) en su libro The Communist Party of the Soviet Union escribe que las doctrinas del partido comunista debían aceptarse como artículos de fe por todos sus seguidores. Su juicio colectivo debía aceptarse como Justicia. Acusados de crímenes por el liderazgo, los miembros del Partido debían arrepentirse, arrodillarse ante el Partido y recibir con gusto su sentencia. Defenderse era agregar otro delito a los ya cometidos, el de disentir de la voluntad y el poder del Partido. Esto explica por qué tantos bolcheviques se rindieron a su destino en las purgas, aun cuando fueran inocentes de los crímenes de los que habían sido acusados. Esa actitud quedó de manifiesto en una conversación hecha pública por un amigo del líder bolchevique Iuri Piatakov, poco después de la expulsión de Piatakov del Partido por ser considerado trotskista, en 1927. Para conseguir ser readmitido, Piatakov había abjurado de muchas de sus más antiguas y acendradas convicciones políticas, pero esto no lo convertía en un cobarde, como lo acusaba su amigo. Más bien, como lo explicó Piatakov, demostraba que un verdadero bolchevique podrá purgar rápidamente de su mente ideas en las que ha creído durante muchos años. Un verdadero bolchevique ha sumergido su personalidad en la colectividad, en el Partido, en grado tal que eso mismo le permite hacer el esfuerzo necesario para liberarse de sus propias opiniones y convicciones… Está dispuesto a creer que el negro era blanco y el blanco era negro, si el Partido así lo requiere.
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