Los salarios de los chinos son bastante más bajos que los nuestros, gritan los proteccionistas. Pueden fabricar televisores, juguetes, ropa y toda clase de productos mucho más barato que nosotros. Deberíamos proteger a nuestros productores locales con un gravamen sobre los productos chinos (o tal vez con una prohibición directa).Estados Unidos defiende los intereses de las compañías estadounidenses (pero no los de los ciudadanos estadounidenses) bloqueando las importaciones provenientes de China con leyes antidumping. Según estas leyes, dumping supone vender productos a precios más bajos. Pero la verdad es que no se trata de dumping, sino de competencia. ¿Quién se beneficia cuando, por ejemplo, bloquean la entrada de muebles chinos porque son “deslealmente” baratos? Los fabricantes de muebles estadounidenses, tal vez; ciertamente, no el americano medio que quiere comprar un mueble. Entretanto, muchos europeos no pueden acceder a los grandes televisores de alta definición debido a que la Unión Europea está intentando, desesperadamente, evitar que entren desde China. El acero,que, hoy en día, produce China en mayor cantidad que los Estados Unidos y Japón juntos, recientemente fue sujeto a aranceles impuestos por los Estados Unidos. La agricultura está, incluso, más fuertemente protegida. ¿No es necesario detener lo que, de otra manera, sería una inundación de productos extranjeros baratos, bajo la cual nuestra industria nacional se ahogaría? No, no lo es. Estados Unidos debería producir bienes y servicios no preguntándose lo que puede producir más barato que China, sino concentrándose en aquello que mejor hace, escribe el economista Tim Harford.
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