Bentham observó que “todo grupo de hombres (comprendiendo cualquier grupo de hombres que tenga poderes para legislar y gobernar) se rige exclusivamente por lo que a su juicio le interesa, en el sentido más estricto y egoísta de la palabra interés; nunca por una consideración del interés de los demás”. Admitido esto, la única forma de impedir que el gobierno utilice el poder estatal en su propio beneficio, de acuerdo con sus intereses egoístas, es hacer que la mayoría de la gente tenga la posibilidad de revocar periódicamente a sus gobernantes, que exista una genuina libertad de prensa que permita denunciar sus abusos, y que haya una oposición política fuerte interesada en tomar el poder argumentando ante la ciudadanía que servirá mejor a sus intereses. La democracia, por tanto, es el sistema por el que nos protegemos de la tentación que sabemos que nuestros gobernantes poseen de utilizar el poder que poseen no en beneficio de la sociedad, sino en el suyo propio. A este modelo o concepción de la democracia el profesor canadiense C. B. Macpherson lo denominó “la democracia como protección” en su estudio La democracia liberal y su época, publicado en 1977.
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