Santo Tomás de Aquino abordó la cuestión del suicidio. Para Santo Tomás “la vida es un don que Dios ha aso al hombre, y solo El puede darla o quitarla. Así, quien quita la vida peca contra Dios, tal como quien mata a otro criado peca contra su amo, o como peca el que juzga sobre cuestiones que no son de su jurisdicción. Sólo a Dios corresponde juzgar sobre la vida y la muerte, según dice el Deuteronomio 32, 39: “Soy el dueño de la muerte y de la vida”. A principios del siglo XX, James J. Walsh señalaba la notable diferencia en el indice de suicidios en los cantones católicos y protestantes en Suiza, así como el bajísimo indice de suicidios en Irlanda, un país que ha vivido abundantes penalidades y tragedias.
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