La hawala, un sistema de intercambio de divisas con siglos de historia, que surgió mucho antes que la banca tradicional y que ha sobrevivido todo este tiempo. Puede mover millones de dólares en todo el mundo sin que se sepan con exactitud los montos ni quiénes los manejan, ya que una de sus claves es que sus intermediarios raramente dejan registro de las transacciones o de sus usuarios. Se lo define como un método tradicional e informal que funciona en paralelo a cualquier otro sistema bancario y que se basa en los valores y la confianza compartida por sus intermediarios, conocidos como halawadars. Por ejemplo, le permite a una persona en Nueva York enviar dinero a Islamabad sin necesidad siquiera de abrir una cuenta en el banco. Esta solo tiene que contactar a un hawaladar local y entregarle el dinero en dólares junto con una contraseña previamente acordada entre el emisor y el receptor, y que ahora el hawaladar también conoce. El hawaladar local entrará en contacto con un colega en la capital pakistaní, para comunicarle el monto y la contraseña. El segundo hawaladar le entregará al destinatario el monto equivalente en rupias pakistaníes. Y para asegurarse que es la persona correcta, le preguntará por la contraseña.Los hawaladars se quedan con una pequeña comisión, el emisor se ahorra las comisiones de los bancos tradicionales y el receptor puede hacer uso del dinero de inmediato.
Los orígenes de la hawala se asocian con India en el marco de la Ruta de la Seda desde el siglo VIII d.C. Los comerciantes usaban una contraseña, que podía ser un objeto, una palabra o un gesto y que se complementaba con otra igual, similar o complementaria por parte del receptor. Hoy, con el auge de las tecnologías, es más fácil realizar estas operaciones. Y en vez de contraseñas se envían códigos por transacción a través de aplicaciones de mensajería instantánea. Los hawaladars usualmente hacen este tipo de negocios en paralelo a otras actividades comerciales y sus centros de trabajo pueden ser locales tan mundanos como una tienda de comestibles, una lavandería o una agencia de viajes en una calle cualquiera de Nueva York, Dubái o Madrid. La ventaja de la hawala frente a los sistemas tradicionales no le quita su principal escollo, la opacidad en torno a quienes mueven dinero con ella que hace que esté fuera del alcance de gobiernos y organizaciones internacionales.
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