Los que ejercen autoridad intentan justificar su dominio sobre las instituciones vinculándolo, como si fuera una consecuencia inevitable, con los símbolos morales en que generalmente se cree, con los emblemas sagrados, con las fórmulas legales. Estos conceptos fundamentales pueden referirse a un dios o a varios dioses, al voto de la mayoría, a la voluntad del pueblo, a la aristocracia del talento y de la riqueza, al derecho divino de los reyes, o a las supuestas dotes extraordinarias del gobernante mismo. Los científicos sociales, siguiendo a Weber, llaman a esos conceptos legitimaciones, o a veces símbolos de justificación. Esos símbolos no forman ninguna esfera autónoma dentro de una sociedad; su significación social está en su uso para justificar la organización del poder y las situaciones que dentro de ella ocupan los poderosos, o para oponerse a ella. Su importancia psicológica está en el hecho de que se convierten en la base de la adhesión a la estructura del poder o de la oposición a ella (Wright Mills).
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