Un anuncio reciente hace un elogio ostentoso del hecho de que, al fin y al cabo, “el lujo es un derecho” (para quien lo tiene). E insiste en la idea de que el verdadero bienestar es la sensación de poder que nace de la posesión, más que de la utilidad. Esto es, tener a la propia disposición el objeto de goce es un placer mayor aún que su consumo. El ahorro perfecto de Narciso, gozar del reflejo. Felicidad virtual pura, sin esfuerzo, no ya de la producción, sino incluso del consumo.
El poder de transformación en ídolo del crecimiento sin trabajo real ni finalidad humanística, que aspira a controlarlo todo y a mantenerse fuera del control de todos, está representado por el icono del crecimiento del tío Gilito, que goza exclusivamente de la posesión, en la que se zambulle como en un baño regenerador, el goce del goce disponible, dice Pierangelo Sequeri. La acumulación monetaria, como modelo de producción de la riqueza de goce virtualmente disponible, halla su homólogo en la pura enormidad de la posesión, que da fe del poder del goce.
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