Un libro se refiere a “la prohibición de 1518 para que los mercaderes catalanes comerciaran con América, porque los monarcas centralistas españoles temían el poder marino y mercantil catalán”. Esa afirmación es completamente absurda. ¿Por qué iba a temer el rey, que también era rey de Cataluña, el poder comercial catalán? Sin embargo, aseveraciones semejantes pueden encontrarse por doquier en numerosos libros, y se repiten constantemente en los textos nacionalistas, manifiesta Henry Kamen historiador e hispanista británico. Hasta que pudo estabilizar el sistema, añade Kamen, el comercio estaba totalmente abierto. En la década de 1520 muchos puertos tenían libertad de comercio con el Caribe. Semejantes libertades, motivadas por la falta de liquidez de la Corona para invertir en América, se cortaron de raíz en 1538: desde esa fecha se creó un monopolio que limitaba y controlaba el comercio a la zona de Sevilla. Aquellos que deseaban comerciar con América tenían que trasladarse a esta ciudad o utilizar sus infraestructuras. En cualquier caso no es cierto que los catalanes y otros habitantes de la Corona de Aragón fueran excluidos del comercio americano. Aunque Carlos V, en 1522, rechazó una petición de Barcelona para obtener permiso para comerciar directamente desde su puerto, los aragoneses podían emigrar a América, y tanto los catalanes como los aragoneses estuvieron en Sevilla comerciando con América libremente desde 1524 en adelante.
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