Los viejos de pelo blanco tienen, igual que todos nuestros hermanos más jóvenes, una misión que le da sentido a su existencia; incluso un enfermo de muerte y moribundo que en su lecho apenas recibe ya la llamada de este mundo tiene su misión, tiene que cumplir algo importante y necesario. Ser viejo es una misión tan hermosa y sagrada como ser joven, aprender a morir, y morir es una función tan importante como cualquier otra, siempre que se lleve a cabo con profundo respeto al sentido y a su santidad de todo lo que es la vida, escribe el escritor suizo Hermann Hesse.
Y añade que entre los dones que nos depara la vejez, el más valioso es el tesoro de imágenes que uno lleva en la memoria después de una vida larga y hacia las que uno, disminuidas ya las otras actividades, recurre con un interés completamente distinto al de antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario