Winston Churchill desconfiaba de uno de los rasgos principales de todas las culturas militares, esto es, que los altos mandos militares estuvieran siempre rodeados de sonrientes colaboradores que les decían que sí a todo. En cierta ocasión escribió que “la mentalidad del personal militar se basa enteramente en la subordinación de la opinión”. Winston Churchill solía rodearse de expertos externos acostumbrados a sintetizar problemas complejos o a proporcionarle datos estadísticos fáciles de comprender.
El método crítico en el ejercicio del mando supremo no siempre era visto con buenos ojos por parte de sus interlocutores, dado que a casi nadie le gusta que le humillen en público.
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