Copia inglesa del Tratado de Versalles |
Cuenta el escritor soviético Víctor Suvórov que el Tratado de Versalles no solo era clamorosamente injusto, asolador y humillante para Alemania, sino que también resultaba estúpido. Era un pacto que no suponía la reconciliación. Lenin fue el primero en darse cuenta de que la Primera Guerra Mundial iba a dejar en pos de sí una herencia explosiva. Los países triunfantes, sobre todo Francia, habían sobrepasado todos los límites e impusieron a Alemania unas indemnizaciones bestiales. El desembolso de esas sumas ingentes provocó en el país una aguda crisis económica y condenó al pueblo alemán al hambre y la miseria, lo situó al borde de un abismo. Lenin fue el primero en entender que, para Europa, el Tratado de Versalles era una bomba de relojería, que Alemania nunca iba a consentir tamaña injusticia, que iba a encontrar fuerzas para vengarse del Tratado de Versalles, para conseguir la revisión de los resultados de la Primera Guerra Mundial, para tomar la revancha y reparar agravios. El 15 de octubre de 1920, Lenin declaró que “la estabilidad, proveniente del Tratado de Versalles, pende de un hilo, puesto que las siete décimas partes de la población mundial, que vive en esclavitud, lo único que esperan es que llegue alguien y los conduzca a la lucha y que empiecen a tambalearse todos esos estados”.
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