martes, 29 de enero de 2019

Nunca se sacia el alma del que come.


El éxito y las riquezas no son bienes absolutos, y pueden acabar esclavizando a las personas. Nunca producen una satisfacción plena y duradera, pues el hombre no puede saciarse totalmente con las cosas de este mundo. San Jerónimo dice que “todo aquello por lo cual se fatigan los hombres en este mundo se consume con la boca y, una vez triturado por los dientes, pasa al vientre para ser digerido. Y el pequeño placer que causa a nuestro paladar dura tan sólo el momento en que pasa por nuestra garganta. Y, después de todo esto, nunca se sacia el alma del que come”.

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