cromosoma |
El ser humano posee 23 pares de cromosomas, es decir, los 22 pares de autosomas y el par de cromosomas sexuales (X e Y). Sin embargo, hasta 1955 se aceptaba que el ser humano poseía 24 pares de cromosomas, de manera similar a nuestros parientes animales más cercanos, los chimpancés y otros simios de tamaño grande. Esta hipótesis fue refutada cuando Albert Levan y Joe-Hin Tjio utilizaron técnicas microscópicas nuevas para demostrar la existencia de sólo 23 pares de cromosomas. Un estudio detallado del cromosoma humano 2 demostró que estaba constituido por la fusión de dos cromosomas más pequeños que permanecen separados en el chimpancé. Esta fusión fue uno de los acontecimientos que hicieron que nos convirtiéramos en seres humanos.
ADN Código Genético |
Para que las distintas características se hereden de generación en generación de manera fiable, es necesaria una copia fidedigna, aunque no exacta, del código genético. Los pequeños errores en el proceso de copia (las mutaciones pequeñas) representan el material básico de la evolución, algo así como las chispas que encienden su fuego. Se dispersan como una especie de resplandor por efecto de la selección natural, se consumen lentamente en el contexto de la deriva genética, o bien no llegan a prender, manifiesta Mark Henderson en su libro “50 cosas que hay que saber sobre genética”.
Y añade Henderson que si se descubriera vida primitiva en Marte o en cualquier otro planeta, lo primero que se
preguntarían los científicos sería si está fundamentada en el ADN. Las instrucciones genéticas de cada organismo sobre la Tierra están escritas en su ADN (la única excepción la constituyen ciertos virus ARN que no se pueden reproducir si no se introducen en el interior de una célula con ADN). Esta demostración ofrece una evidencia abrumadora de que todos los organismos proceden, en última instancia, de un ancestro común. Si la supuesta vida extraterrestre también utilizara el ADN, la misma conclusión seguiría siendo cierta. Quizá la vida en Marte pudo haber empezado a partir de microorganismos que llegaron desde meteoritos procedentes de la Tierra. O por el contrario, podría ocurrir que nosotros fuéramos, en realidad, marcianos.
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