Slavoj Žižek, director internacional del Instituto Birkbeck de Humanidades de la Universidad de Londres, escribe que si los llamados fundamentalistas islámicos de hoy día creen realmente que han encontrado su camino a la Verdad, ¿por qué se sienten amenazados por los no creyentes, por qué los envidian? Cuando un budista se encuentra con un hedonista occidental, apenas lo condena. Se limita a señalar de forma benevolente que la búsqueda de la felicidad del hedonista es autodestructiva. En contraste con los fundamentalistas verdaderos, los pseudofundamentalistas terroristas están profundamente irritados, intrigados, fascinados, por la vida pecaminosa de los no creyentes. Se podría pensar que, al luchar con el pecador, están luchando con su propia tentación.
La intensidad apasionada de los terroristas atestigua una falta de verdadera convicción. ¿Qué nivel de fragilidad debe de tener la creencia de un musulmán si se siente amenazada por una caricatura estúpida en un semanario satírico?, se pregunta Slavoj Žižek. “El terror de los fundamentalistas
islámicos no se basa en la convicción de los terroristas de su superioridad y en su deseo de salvaguardar su identidad cultural y religiosa de la embestida de la civilización consumista mundial. El problema con los fundamentalistas no es que los consideremos inferiores a nosotros, sino, más bien, que ellos mismos se consideran secretamente inferiores. Esta es la razón de que nuestra condescendiente insistencia, tan políticamente correcta, en que no sentimos ninguna superioridad respecto a ellos solo sirve para enfurecerlos más y alimentar su resentimiento. El problema no es la diferencia cultural ( su esfuerzo por preservar su identidad), sino el hecho opuesto de que los fundamentalistas son ya como nosotros, de que, secretamente, ya han interiorizado nuestros valores y se miden a sí mismos según esos valores. De forma paradójica, de lo que carecen en realidad los fundamentalistas es precisamente de una dosis de la auténtica convicción racista de su propia superioridad”.
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