Si nos remontamos varios millones de años al periodo en que las especies del tipo homo sapiens empezaban a desarrollar culturas más avanzadas, es posible encontrar un rasgo que nos distinguió de los simios, la capacidad de elaborar planes para el futuro. Empezó a llevar herramientas a sitios en los que esos objetos podrían resultarle de utilidad (en lugar de limitarse a usar las herramientas que se encontraran en la vecindad). Este cambio indica que tenían un cerebro que había desarrollado la capacidad para representar el hecho de que en el futuro podrían tener hambre, a pesar de que en el momento no la tuvieran. Por lo tanto, en lugar de actuar en respuesta a estados actuales, por ejemplo no hambre, los primeros seres humanos empezaron a prepararse para estados futuros.
Andrew Smart dice que la capacidad de elaborar planes para responder a estados de hambre, frío o sed futuros en lugar de reaccionar meramente a deseos inmediatos es, quizá, lo que dio inicio al rápido avance cultural de los seres humanos. Es interesante reflexionar acerca del momento en que el concepto de trabajo se consolidó en la cultura humana. Cabe suponer que ese desarrollo haya tenido lugar después de la evolución del lenguaje. Los seres humanos no empezaron a leer y escribir hasta hace unos cinco mil años; este es el motivo por el que sigue resultándonos tan arduo aprender a leer. Carecemos de estructuras neuronales especificadas genéticamente para leer, y nuestro cerebro debe reciclar otras estructuras cerebrales para ese aprendizaje. La capacidad de hablar, en cambio, fue un resultado muy anterior de la evolución; por ese motivo, normalmente no necesitamos esforzarnos para aprender a hablar.
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