Con sus palabras, Churchill cambió el estado de ánimo del mundo político y reforzó la voluntad nerviosa de un pueblo vacilante, obligándolos a emprender un camino incierto que, al final y contra todo pronóstico, y con todos los sacrificios vaticinados por Winston (y unos pocos más), desembocó en la victoria total. Eso es algo de lo que se cuenta. Tras la muerte de Winston, se dijo de él que durante aquellos días oscuros de 1940, cuando Gran Bretaña se mantuvo en pie sola frente a un enemigo monstruoso, supo movilizar la lengua inglesa y mandarla al campo de batalla. No se trata solo de una bonita metáfora. Las palabras fueron realmente todo lo que tuvo en aquellos largos días.
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