Los partidos tienden a ampliar su esfera de acción hasta pretender determinar los comportamientos privados, incluso íntimos, de los ciudadanos, y reducen la esfera de lo que Isaiah Berlin ha definido como “libertad de”, es decir, la libertad personal frente a las intromisiones del poder (estar libres de tales cosas). Los partidos han interpretado abusivamente las decisiones populares, por ejemplo convirtiendo las autonomías en palancas para proseguir hacia la desintegración de España, a la que no quieren reconocer como nación; han creado problemas y reivindicaciones por su cuenta, ajenas a las preocupaciones o inquietudes de la ciudadanía; tienden, casi todos, a eliminar o condicionar la independencia judicial, y últimamente desafían dictámenes de una judicatura a su vez desprestigiada por la política contra Montesquieu.
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