Si en el mundo no hubiera más tontos que pícaros, los pícaros no tendrían de quién aprovecharse para vivir, decía Samuel Butler. Otra cosa son las personas verdaderamente enfermas, las que sufren una extrema pobreza, los ancianos que se enfrentan a la soledad y el desamparo, así como tantas personas dependientes y que por los motivos que sean necesitan del buen corazón y de la solidaridad y generosidad de todos. Algo muy distinto a los parásitos sociales y los débiles de conveniencia que tienen mucha cara y poca vergüenza, porque viven a costa del trabajo, del tesón, del esfuerzo y de la bondad de los demás. Es intolerable que al bueno se le tome por tonto.
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