Contra el fondo oscuro de esta civilización contemporánea de bienestar, incluso las artes tienden a fusionarse, a perder su identidad. La comunicación masiva, la radio y en especial la televisión, intentaron, no sin éxito, aniquilar toda posibilidad de soledad y reflexión. El tiempo transcurre con más rapidez, los trabajos de hace pocos años parecen anticuados, y la necesidad del artista de ser escuchado se convierte, tarde o temprano, en una necesidad de lo diario, de lo inmediato. El nuevo arte de nuestra época es el espectáculo, una exhibición no necesariamente teatral.
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