La idea general, muy extendida y poco cuestionada, es que la “nueva economía” es, ante todo, una economía basada no ya en recursos naturales ni en capacidades industriales, sino en el saber. Aún más, según la OCDE, la contribución del “sector del conocimiento” al PIB de los Estados miembros, ya en 1995, era superior al 50%. Y el impulso financiero al orden globalizador no se hubiera mantenido así sin los valores tecnológicos y el conocimiento.
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