jueves, 13 de julio de 2017

Los posibles escenarios de Vladímir Putin.

En un reciente fórum llevado a cabo en los montes Altaj, en Barnaul, Siberia (17-18 junio), los politólogos que intervinieron se han interrogado acerca de los posibles escenarios de Rusia para los próximos años veinte.


El punto de partida es el cambio que se está dando en el sistema de poder de Rusia, que hasta el 2014 podía ser definido como “corporativista” y post-soviético, mientras que hoy parecería tomar la forma de un “sultanismo”, a imitación de la Turquía de Erdogan. En otros términos, incluso puede decirse que desde la continuidad con el Politburó soviético, el régimen de Putin parecería estar sufriendo una regresión, para asemejarse a las cortes de los zares prerevolucionarios.  El líder se muestra cada vez más lejos de sus subalternos y colaboradores, y a la búsqueda de formas de consenso cada vez más inmediatas y populistas.

Los escenarios políticos parecen ser sustancialmente dos, o abrirse a las reformas económicas, que permitirían a Rusia salir de la crisis que atraviesa  abriéndose a una democracia más real, poniendo fin a la contraposición con Occidente; o bien, lo que cada vez se evidencia más como el proyecto en curso, acentuar el aislacionismo de Rusia, sofocando cualquier forma de disenso.
Putin.

Para evitar ser cuestionado, Putin tendría dos posibilidades. Una es la más usual, es decir, inventarse un candidato de oposición hecho a medida suya, o bien relanzar el desafío, convirtiendo las elecciones en un verdadero y auténtico plebiscito, optando por un objetivo clamoroso, por una Rusia aún más grandiosa. Sólo que llegado este punto, no parece haber ningún objetivo “luminoso” y reconfortante a disposición; inevitablemente, se trataría de proclamar otras formas de guerra y conquista, que pueden abarcar desde Europa oriental hasta el Oriente Medio. Y también podría darse que el autócrata no tenga el coraje de arriesgar un nuevo Afganistán, el suelo donde otrora llegó a su fin el poder soviético.  

En tanto, frente a las acusaciones de corrupción de su corte (que no han rozado su persona), Putin intenta sacar una vez más el naipe de la “superioridad moral” de Rusia, de la cual él mismo sería el modelo. En esto, el presidente saca partido del apoyo y la sintonía con la Iglesia ortodoxa. El patriarca
Patriarca Kirill.
Kirill, que supo mostrarse bastante poco entusiasta por la anexión de Crimea, trata más bien de reafirmar la superioridad moral de la Iglesia por encima de cualquier otra institución del país: simbólica de ello, es la dura discusión en torno a la restitución de la catedral de San Isaac en San Petersburgo, en la cual Putin reafirmó que se trata de una propiedad del Estado, puesto que en la época en que ésta fue construida, quien conducía la Iglesia era el zar. Recientemente, el presidente incluso se ha acercado a la Iglesia cismática de los Viejos Creyentes, que desde hace 500 años acusa al Patriarcado traicionar la verdadera Ortodoxia rusa.  

Duma.


En un encuentro mantenido el 21 de junio pasado con docentes, Putin afirmó que “la educación en el patriotismo es prioritaria en lo que concierne a la transmisión del saber: nosotros no tenemos, ni podemos tener, otro ideal unificador que no sea el patriotismo. Esta es nuestra idea nacional”. Para la elevación de la dignidad moral, Putin ha hecho presentar a la Duma un proyecto de ley en virtud de la cual se prohiban las malas palabras y las expresiones vulgares, tanto en público como en el hogar. 

Fuente:Vladimir Rozanskij

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