Los peregrinos se constituyeron como un orden recogido en el Derecho Canónico; por ello gozaban de ciertos privilegios al tiempo que estaban sometidos a sus correspondientes obligaciones, entre las que se hallaba hacer testamento antes de ponerse en viaje e ir provisto de un salvoconducto. Estaba reglamentada su indumentaria así como los emblemas que portaban, capa y esclavina para el frío y la lluvia, sombrero de anchas alas para el sol, botas hasta la rodilla, zurrón o morral para las provisiones, faltriquera y bordón de apoyo en cuyo extremo superior colgaba una calabaza que contenía el agua; cosidas iban las conchas o veneras que les identificaban. Tenían obligación de llevar
una vida ascética durante el tiempo que durara la peregrinación, lo cual no dejaba de ser una penitencia que se imponían muchos pecadores. Cuenta Carlos Taranilla que acuden a Santiago caballeros, prelados, campesinos, que peregrinan cumpliendo una promesa o a causa de una penitencia o faltas graves. Peregrinaban en grupo por miedo a los peligros del camino y unos lo hacían a pie mientras los más pudientes iban a caballo. Eran despedidos en sus puntos de partida por el pueblo y el cabildo cantando himnos en un acto religioso en el que se les imponían, bendecidas, sus prendas y atributos característicos. Cuando llegaban a su meta, en Santiago de Compostela, velaban la noche en la catedral y al día siguiente confesaban, comulgaban y presentaban sus ofrendas a cambio de la bendición y de un libelo (certificado), para finalizar su camino subiendo hasta la imagen del apóstol, abrazarle y colocar su sombrero sobre la cabeza del mismo.
Siempre que la festividad del apóstol Santiago (25 de julio) coincide en domingo es Año Santo Compostelano, cuyo privilegio se remonta a los tiempos del papa Calixto II (s. XII), gran devoto de Santiago. Por el Camino circularon ideas, costumbres, estilos artísticos, leyendas, poesía, música, es una vía de oración y penitencia, pero también de ocio y contacto social.
se construyeron calzadas para facilitarles el trayecto y puentes para que vadearan los ríos. |
Todas las facilidades posibles se dispusieron para ayudar a los peregrinos en su largo itinerario, cuenta Taranilla, y se les protegía por la Paz del Camino y se redactaron leyes ad hoc. Podían atravesar distintos países sin pagar ningún tipo de impuesto o peaje. Se castigaba duramente a quienes intentaran engañarles en pesas y medidas. Además, se levantaron edificios para atenderles durante el trayecto, como albergues y hospitales, y se les daban provisiones para el Camino. A la vez, se construyeron calzadas para facilitarles el trayecto y puentes para que vadearan los ríos. Con toda esta infraestructura las peregrinaciones cobraron un importante auge durante la Edad Media y podemos decir que el fenómeno se sigue manteniendo en nuestros días.
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