Marco Polo. |
Antes de aproximadamente 1550, los europeos sabían muy pocas cosas de Japón. En el siglo XIII, el viajero Marco Polo había hablado de «Cipangu», pero sin dar apenas detalles. El misionero jesuita Francisco Javier llegó en 1549 a un país que les era totalmente extraño a él y a sus compatriotas. Desde finales del siglo XVI, el puerto de Nagasaki se convirtió en el punto de partida de la ruta que traía la información acerca de Japón hacia Occidente. En 1580 un noble convertido al cristianismo hizo donación de la ciudad a los jesuitas. Éstos perdieron el control de Nagasaki en 1587, pero la misión continuó allí y, entre otras cosas, se instaló una imprenta. La misión cristiana en Japón constituyó todo un éxito. En realidad, el éxito fue excesivo y tuvo consecuencias negativas, puesto que la difusión del cristianismo alarmó a los gobernantes de Japón y, además de provocar la persecución de los misioneros y los convertidos, inspiró una política de
aislamiento nacional (sakoku), que perduró desde aproximadamente 1630 hasta la década de 1850. El país no se cerró completamente a los extranjeros, pero las relaciones con estos países, incluidas las comerciales, fueron mínimas y siempre bajo estricto control. En este período, los comerciantes holandeses tomaron el relevo de los jesuitas portugueses en la función de canal principal de comunicación entre Japón y Occidente, y en lugar de Nagasaki empezó a funcionar la vecina isla de Deshima.
Deshima |
Deshima era una isla artificial, que se extendía apenas unas decenas de metros en cada dirección. Fue construida en la bahía de Nagasaki precisamente para mantener controlados a los peligrosos occidentales. Los comerciantes holandeses, miembros de la Compañía de las Indias Orientales (la VOC), estuvieron confinados en este microespacio de intercambio. Todo el comercio entre Japón y Occidente pasó por Deshima desde 1641 hasta la década de 1850, cuando Japón se vio forzado por una flota estadounidense a abrir sus puertos a Occidente.
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